Don
Juan Tenorio es uno de los más célebres personajes o arquetipos españoles, que
ha trascendido fronteras inspirando a grandes escritores y dramaturgos, como
Lord Byron o Moliere, a dar su propia versión del genial personaje.
Posiblemente instaurado en el imaginario colectivo antes de tomar vida en las
obras de “El burlador de Sevilla” o “Don Juan Tenorio”, el personaje de Don
Juan representa una lectura moral y a menudo profundamente religiosa, que
pretende servir de advertencia al pueblo sobre el pecado y sus consecuencias,
usando para ello a este agente desestabilizador y anárquico, que no respeta
mujer, hombre o sacramento, vanagloriándose de ello e incurriendo
conscientemente en su falta.
Don
Juan representa pues, la ruptura de lo establecido, el quebrantamiento de las
normas instauradas en la civilización, no por ignorancia o ímpetu lascivo, sino
más bien por el mero gusto de hacerlo, por el placer del riesgo y el mal de
transgredir las normas sociales y adelantar a sus rivales o víctimas mediante
sus engaños y burlas. Para él, ni la ley de los hombres ni la justicia del
cielo tienen valor o peso alguno, y disfruta violándolas en pos de demostrar
una superioridad que da muestras de un narcicismo y un egoísmo desmesurados.
De
cualquier forma, y además de sus más conocidas encarnaciones, encontramos un
claro precedente al esquema del personaje de Don Juan en los romances
segovianos y leoneses estudiados por Menéndez Pidal, en los que un hombre a
menudo camino de la iglesia, ofende a un muerto, calavera o estatua mortuoria.
En las letras siguientes encontramos un claro ejemplo con paralelismos
evidentes:
Un día muy señalado, fue un
caballero a la iglesia,
Y se vino a arrodillar, junto a un
difunto de piedra,
Tirándole de la barba, estas
palabras dijera:
“Oh, buen viejo venerable,
¡Quien algún día os dijera,
Que con estas mismas manos
Tentara a tu barba mengua!
Para la noche que viene,
Yo te convido a una cena…
Por
supuesto, estos versos acaban con la aparición del difunto frente a la puerta
del burlador, aceptando la invitación para dar una lección a este.
Otro
rasgo destacable de este tipo de personajes, es que a menudo, el galán no acude
a la iglesia para oír misa, sino para ver a las muchachas hermosas y tratar de
conquistarlas. Lo cual supone un motivo erótico o amatorio, que lo relaciona
claramente con la figura de Don Juan, aunque en la gran mayoría de casos, la
figura femenina no tiene la entidad o fuerza de la Doña Inés romántica de
Zorrilla.
Respecto
a la importancia del personaje dentro del imaginario español, hablemos ya de un
estamento cultural estudioso o de un sector que jamás haya leído la obra, la
difusión de la que ha gozado siempre el personaje de Don Juan, puede valorarse
en pos de su inclusión dentro del léxico español con la palabra donjuán, para
comprender, que es uno de los personajes literarios más profundamente
engarzados en la conciencia española, y un reflejo fiel y descarnado de una faceta
oculta en la forma de entender la vida, en las distintas virtudes y defectos de
Don Juan, dónde el público español encuentra una extraña semejanza o afinidad.