La
principal diferencia entre ambas representaciones de Don Juan, están en su
suerte, y en el discurso religioso y moralista que en ellos obra en pago de su
vida.
En
la versión del Siglo XVII, Don Juan halla su fin de la mano de la estatua del
Comendador, arrojándose a los infiernos. Es esta una pena adecuada para los
parámetros del barroco, donde los excesos representan con soltura las más extrañas
situaciones. En esta lectura, Don Juan es un personaje demasiado infame como
para encontrar el perdón divino, y lejos de la actitud moralista presente en el
texto de Zorrilla, aquí el autor condena a una eternidad en los infiernos a Don
Juan, más interesado en el elemento de terror, que en la actitud salvadora de
un Dios bondadoso que perdona cualquier ofensa por grave que sea, incluso en el
último momento. Estamos ante un Dios justiciero, más que bondadoso. No hay pues
tampoco figura femenina y redentora, ni amor supremo que salve al protagonista
de su pecado. Así pues, mientras que en el “Don Juan Tenorio” de Zorilla, el
alma de Doña Inés se apiada de él, al seguir amándole, y le transmite una
fracción del amor de Dios para poder redimirse, en “El burlador de Sevilla”,
Don Juan está más allá de toda salvación, y el autor considera inútil pretender
que un alma tan depravada y que ha cometido tantos errores sea pagada de otra
forma que con la condenación eterna. Por lo tanto, la obra del siglo XIX es más
amable en su final, mientras que la del XVII, concluye de forma tajante e
implacable, a pesar de que las dos acaben en muerte. El mensaje es
completamente opuesto.
Para
empezar, los elementos fantásticos o personajes fantásticos, no aparecen
reflejados en la lista de personajes de “El burlador de Sevilla”, mientras que
sí lo hacen en “Don Juan Tenorio”, como si en la primera obra, tales elementos
fueran totalmente accesorios, o al menos, no merecedores de la entidad de
personajes. Además, en la obra de “El burlador”, hay sutiles cambios que hacen
de algunos elementos espectros, pero no fantásticos –entendiendo la asociación
de la época como que lo divino y religioso era totalmente real y tenido en
cuenta como tal, en clave religiosa y aceptado canónicamente-, de ahí que en la
obra de Tirso, Don Gonzalo sea “un muerto”, y en la de Zorrilla, una estatua
animada.
Respecto
a la comedia, el elemento cómico está presente con más fuerza en la obra de
Tirso, en la figura de Catalinón, personaje con función de bobo, o cómico, que
sustituye el elemento dramático en repetidas ocasiones, con escenas de comedia
y confusión.
Algo
que si bien también aparece en el “Don Juan Tenorio” de Zorrilla, lo hace con
menor asiduidad, y un marcado tono dramático.
trashh
ResponderEliminarbin
ResponderEliminarGracias portu informacion. Vas al grano y haces una sintesis genial.
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